Matiz de tormenta · Adrián Reyes

Llora el sentimiento, una alforja ha caído en el dolor de la nada, pone una mano el corazón las bocas cantan, el viento raspa la cara de la tristeza y la otra mitad calma al brillo azul de la indolente sobriedad, ritos de los Juglares llaman la atención soplan al unísono las razas vacías, expresan el dolor de las aguas santas. Una virgen interna su brazo en el corazón de su pequeña soledad, palpa el latido de sus deseos, le transmite lo incorruptible de su ser.

Miradas de ojos Sol-tierra se esconden tras el polvo de aquella pureza, le dan la espalda a la indulgente santidad; habla lo que el aliento le permite, expulsa frases estigmatizadas hacia las piedras de danzas antepasadas. Alzan sus vasijas y dejan con hambre al silencio, dejan al aire su oración, plasman en el desierto cascadas negras de extenuante salto de fuego en terciopelo. Ameniza la loca fantasía, se cae el telón de la infamia, suplica el poder un alto al acribillado destino del rito, se transgrede a la karma-conciencia, se suprime la atención desmesurada y cae la gota de la decepción, del barullo se cansa el silencio.

Caen nubes grises en sus barricadas, llenan el alma con suplicios, agarran su destino y caminan al viento del regreso hacia el encuentro con el árbol caído, con bocas de gran halito menesteroso, con recipientes vacíos de soledad; sobresalen estrías humanas de las paredes prohibitivas de comentarios, pidiendo más que vida; solo hambre.

Huyen las miradas de la sombría tarde, se encuentran con el silencio hablando del grito de las tribus que sufren en carne inmortalizada el manto rojo del delito, cae una lágrima al diluvio, el único refugio su túnica de valor, sigue su camino el llanto derramado.

Adrián Reyes Mejía · Ecuador
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