Sin razón oportuna · Adrián Reyes

Sentada en donde la tierra verde siembra con el paso de tu codiciado cetro tejes años de historia abstracta, la brisa de los Andes cuida al ave que cruza frente al mar de tus ideas, llevándose como aquella costa entre oleaje y oleaje fragmentos originales de tu creada vida. Le das de lactar a la frontera apacible que se esconde entre la humedad de tu plácida sonrisa y la espesura confundida al azar con lo místico.

Meces tu arrugado rostro como queriendo decirle al tiempo que se extingue con el pasar de los años tu verde paraíso, sostienes el mando de tu canto, dirigiendo una sinfónica marcha de pedregosos escaños de silencio, acolchas tus pasos con el caminar desnudo que abarca las incoherentes verdades.

Hieres tu destino cazando dardos en agua de calmada sobriedad, sin que tu sonrisa agradezca a la densa nube de oscuros secretos, tu paga será ir de paso en paso esperando que la sutileza de la naturaleza recaiga en el hombro de la presión de pensamiento, pintas el rostro que no ves con la mirada ajena de un ser que te obsequia una existencia enajenada en el pasado de tus días.

Desvías tu mirada salpicada de pequeños rasgos de humildad a la semilla que crece entre cestos de banana y mora, metes la mano al bolsillo de la duda, encarnas el cuadro apocalíptico de la desesperada huída humana abarcando la Costa sur de tus límites. A pesar de lo demás encaras la vida con tus costumbres, adoptas las tradiciones de tus antepasados, sacrificas el frío de tu alma por el calor de la niña de tus ojos.

Siembras el ánimo en tu olvidada existencia, cosechas el silencio de tus oídos a la arraigada hegemonía social que capturó el baúl ausente de sentimientos, abriendo un templo antagónico a la verdad, sembrando entre cada espacio de luz una oscura omnipresencia de dudas y razones.

Adrián Reyes Mejía · Ecuador
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