
Las ansias de lo que esconde nuestro silencio dormido
retumban en mis oídos por no escuchar que me nombres,
y aquello que era mi piso, mi techo, mi paz y abrigo,
es el recuerdo temido de haberte perdido entonces...
Porque esta ración maldita de soledad que envenena,
la que hasta ayer era ajena a mis pesares de hombre,
es hoy la que me atraganta, espanta, mata y condena,
y ante mi infinita pena, me asombro que no te asombres.
Y alego que mi suicidio es asesinato de otro...
tomando el puñal que entierro mientras a tus ojos miro...
jugando si muero o vivo, por no matar el "nosotros"...
Eternizados tus labios se pintan en mis suspiros,
y entre silencios profundos te dejo y tomo de a poco...
por estas ansias malditas, y mi soledad... contigo.
Beto Aveiga
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