
Una risa perpetua dibujada en costumbres
viste aquella careta que responde a su nombre,
su falaz morisqueta se derrite en la lumbre
congelada y desnuda... que una lágrima esconde...
De un presente que opaco va quedando en lamentos,
de una sed de momentos... reducidos a teatro,
y un sentir de que espera lo que no está viniendo,
como un sordo gemido... condenado e ingrato.
Porcelana sin vida... y una muerte certera...
el reloj se suicida mientras cae nuevamente
por el pozo infinito que forjó en su carrera...
Porcelana invaluable que sin precio se vende
a un postor inconsciente que no abrió su cartera...
y marcado destino de quebrarse sonriente.
Beto Aveiga · Ecuador
1 comentario:
gracias son unos poemas bellos que describen con certesa lo que siento...es bueno leerte...isabel
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